Los primeros minutos resultaron tan espesos como lo último del ponche que queda en la olla. Por más que uno suponía el cucharón se movería con total soltura al tratarse de una Final con tan suculentos ingredientes, resulta que tanto tejocote, guayaba, caña, jamaica y tamarindo, hizo un tanto pastosa la esperada bebida decembrina.
Rayados y América se respetaron demasiado y se estudiaron pacientemente. Se dedicaron a desconectar circuitos del rival antes que enchufarse a sí mismos. Ninguno terminaba por romper el juego ni por arriesgar más que el otro. Parecía más un juego de Fecha 3, desabrido e insípido como si alguno de los responsables hubiera olvidado ponerle la última pizca de sal y pimienta al platillo navideño.
Pero había que esperar. Todos sabíamos que con tal magnitud de planteles, el primer episodio no podía quedar a deber. Era cuestión de que apareciera el primer gol para que el juego rompiera. En la cancha eran demasiadas las opciones en forma de individualidades como para que ninguno se animara a tomar las riendas.
Al América las lesiones le siguen persiguiendo. Ahora fue Ibargüen. No hay partido, no hay día en que un americanista no abandone por algún tipo de molestia.
El reloj hacía lo suyo y como no aparecían los aciertos, emergieron los errores. Nadie hubiera imaginado que uno de los alumnos más avanzados, Carlos Rodríguez, fuera el elegido para marcar en propia puerta. Un error básico de manejo de perfiles provocó el tropiezo.
La ventaja fue que oportunamente reaccionaron. Rayados no colapsó a pesar de perder el partido. No hubo fantasmas que le persiguieran ni demonios que se asomaran entre las rendijas del "Gigante de Acero".
Antes del descanso, Rayados impidió que América se fuera sonriendo al vestidor.
Mención especial al VAR por la acertada decisión de dar por bueno el tanto de Medina.
Córdova se equivocó radicalmente. Fungió como el tío incómodo que echó a perder la fiesta familiar. Justo en el instante donde todos se regocijaban y bailaban a rienda suelta, su expulsión rompió con la armonía y ambiente americanista. Sabía que se había equivocado. Su rostro lo decía todo.
Llegó Janssen, fuerte y con presencia, cual toro de lidia haciendo saltar la arena del ruedo a su paso. Mohamed reajustó. Clave fue Gallardo que ocupó el lugar de Vangioni quien dio paso al holandés.
Guillermo Ochoa terminó siendo factor. Una salvada memorable impidió que la historia terminara peor para América. Emocionó hasta a los "antis". Nos recordó al Ochoa que le sacó en Fortaleza, Brasil, un gol cantado a Neymar. Fue el Ochoa que todos querían ver defendiendo el marco del más grande de México.
Al final, una obra de arte de Funes Mori le dio el triunfo a Rayados. Valió la pena la espera y por una ejecución así, podríamos aguardar 15 días más para vuelta. Fue un gol digno de premio Puskas. Rayados se va con la motivación a tope. Ganar el partido los catapulta en lo mental.
Una Final con final ardiente. Alguien tuvo la brillante idea de ponerle agua al ponche y todo mejoró.
No queda más que esperar. Falta aún el recalentado del domingo y ese, estoy seguro que sabrá aún mejor.
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