Mario Benedetti decía que cinco minutos bastaban para soñar toda una vida. Que así de relativo es el tiempo. Y vaya que tenía razón. Así como cinco son suficientes para soñarla, cinco minutos son perfectos para recordarla.
Me sucedió a unos instantes de que finalizara el 2019 en plena cena. Mientras volteaba con cierta ansiedad hacia el teléfono para ver la hora exacta y para saber los minutos que faltaban para ese tan nostálgico como inevitable y a la vez emocionante conteo regresivo, fui invadido por un destello de recuerdos.
Por alguna extraña razón, hice volar la nave de mi mente justo al año 2000. No me pregunten por qué. Tal vez relacioné que habían pasado 20 años sin darme cuenta. Y es que si la vida son los ojos, los párpados son los años que abren y cierran el calendario.
¿Cómo es que se esfumaron prácticamente dos décadas? ¿Dónde quedó guardado tanto tiempo?
Me gustó regresar el tiempo y rememorar lo que hace cuatro lustros hacía y cómo lo hacía.
Aún cursaba la Universidad, y por aquellos días tuve la fortuna de tener siempre material suficiente para mi labor de corresponsal. Ya trabajaba en medios de comunicación. Escribía para un diario regional, hacía radio y también televisión en TV Azteca Bajío. Vivía en León y casi a diario me enlazaba a "Los Protagonistas" con José Ramón Fernández.
Irapuato ascendía de la mano de Juanito Alvarado, quien solía poner a sus planteamientos más fe que estrategia. Un técnico que antes de darle indicaciones a Martín Rodríguez o a Cristian Morales, besaba estampas de santos en el banquillo. Cubrí toda la aventura de la "Trinca" hasta que irrumpió en Primera División.
También recordé cómo debía salirme de clases para dirigirme a la caseta telefónica más cercana. De esas que había que introducirles una tarjeta y rogar porque aún tuviera crédito suficiente. Al menos un peso para poder llamar por cobrar. Mandaba mis reportes para "Súper Deportiva", estación comandada por Francisco Javier González. Le daba "play" a la grabadora de cassette con alguna entrevista mientras la pegaba a la bocina del teléfono.
En el cinturón, portaba aquel sistema de comunicación llamado "beeper" para recibir mensajes. De algún modo había que estar conectado para no fallar en la labor periodística. Siempre había nota. Si no era el Atlético Celaya del "Gusano" Nápoles, Luis Fernando Soto o Armando González dirigidos por Rubén Omar Romano, era aquel León ya enfermizo que hacía danzar a un brujo por las porterías previo a sus partidos.
¡Qué tiempos! Colaboré hasta en notas de política para ayudar al resto de mis compañeros reporteros que no se daban abasto con la cobertura del triunfo de Vicente Fox en las elecciones presidenciales.
Fue el año de Sydney 2000, del Oro de Soraya Jiménez y yo soñaba con estar algún día en un Mundial de Futbol.
Veinte años de aquellos recuerdos, de sueños cristalizados, de 4 Copas del Mundo, desde Alemania 2006 hasta Rusia 2018. Entonces ya no sé si el tiempo se fue rápido, si no, o si es relativo como lo describía Benedetti.
Tras doce uvas le dimos la bienvenida al 2020 con la emoción de saber si el Iphone que me dio el conteo, en dos décadas se verá tan arcaico como el viejo "beeper" (abuelo del WhatsApp) que enviaba mensajes previamente dictados a una operadora. "Respóndeme, llámame, te extraño. Atentamente, Carlos". Así era. Y había que aguantar la pena.
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