En nuestro peculiar futbol mexicano de todo pasa, incluso durante cualquier receso.
En esta ocasión, entre las cosas positivas (que también pasan) está la llegada de Antonio Mohamed a la dirección técnica del Monterrey.
Simple y sencillamente, porque así se produce el regreso del entrenador que mejor ha hecho jugar a los Rayados desde la salida de Víctor Manuel Vucetich, quien marcó en su momento la más brillante y productiva etapa en la historia de este equipo.
Pero hasta ahí llega lo rescatable y positivo en este receso de fecha FIFA, "aprovechado" por la Selección Mexicana para jugar partidos que para muy poco le sirven, inscritos en un concakafkiano torneo que le sirve para lo mismo.
Más que esos juegos tricolores de escaso o nulo aprovechamiento futbolístico (que ni siquiera dejarán en las siempre hambrientas arcas de la FMF la lana que suelen dejar otros partidos), llaman la atención los actuales casos de dos equipos mexicanos de Primera División que parecen de tercera: el Veracruz (que desde hace rato debería estar en esa división de ascenso hacia la que inexorablemente vuelve a dirigirse) y el Cruz Azul, que acaba de conseguir en la cancha un resonante triunfo a pesar del "cooperativo" desbarajuste que sufre a niveles directivos.
En lo que respecta a los famélicos Tiburones -otra vez sin puntos para permanecer en el máximo circuito y sin dinero para pagarles a sus jugadores- salta a la vista el trato preferencial que recibe Fidel Kuri, quizá gracias (¿o no?) a lo que sabe de otros dirigentes y federativos, o de sus cuestionables manejos, según se ha encargado él de dar a entender en varias ocasiones, amenazando con divulgarlo, no muy veladamente que digamos.
Porque sólo así se entiende la inmovilidad de la Liga MX, cuyos jerarcas siguen haciendo como que no saben qué pasa en el Veracruz y por qué; ni cómo hacerle para entrarle a la solución del agudo problema. O les pagas o te desafilio, o yo les pago con la fianza que hayas dejado si es que dejaste alguna.
E igualmente peculiar e incomprensible resulta lo que sucede en el seno interno (y directivo) del Cruz Azul.
Imagínense qué nivel de turbulencia y de turbiedad han alcanzado las aguas cruzazulinas, como para que sea ¡Víctor Garcés! quien pide transparencia y cuentas claras; y lo hace por medio de una demanda interpuesta contra su cuñado y presidente del equipo. ¡Qué bonita familia!
Un vicepresidente que evidentemente está operando como tal, que se encargó hace algunas semanas de presentar como director técnico a Robert Dante Siboldi, que provocó la salida de Ricardo Peláez como director deportivo, y que ya impulsa una especie de "plan de rendimiento" para el Cruz Azul (redactado con los pies aunque con algunos puntos a todas luces positivos). Un supuesto vicepresidente que, sin embargo, no es o no había sido hasta hace unos días reconocido como interlocutor de la escuadra cementera ante la Liga MX.
Es decir, que entre las cruces de Veracruz y de Cruz Azul... ni a cuál irle.
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