Dentro y fuera del futbol son excepcionales los casos en los que se acierta en el qué se hace pero también en el cómo hacerlo.
En el ámbito de la literatura, por ejemplo, abundan los escritores que imaginan conmovedoras y apasionantes historias pero no saben cómo contarlas; y otros que cuentan con elocuencia, precisión, elegancia y pulcritud historias que no sirven para nada.
Pero cuando hay algo interesante que contar y se domina la forma de hacerlo, entonces surgen las grandes novelas, como La Tregua, El Principito, El Amor en los tiempos del Cólera, El Guardián entre el centeno o Tu Rostro Mañana.
En lo que respecta al mundo del futbol, desde siempre han existido equipos que destacan por sus legítimos e irrefutables logros, pero cuya forma de obtenerlos no es ni fue muy convincente que digamos, y en consecuencia no son recordados como los entrañables cuadros del brillante juego aunque se les recuerde como las históricas escuadras de los muchos títulos.
Es cuando se le da tanta importancia a la eficiencia en el juego como a la forma de jugar, cuando pueden surgir esos verdaderos equipos de época, que más allá de las preferencias por determinadas playeras son capaces de instalarse en un rincón especial de la memoria de los auténticos diletantes del futbol.
Equipos como el Brasil de 1970, el Ajax de principios de los 70 y la Holanda del 74, el Milan de los 90, la España del 2010, el Barcelona de los últimos tiempos... ¿y cuál otro?
Porque una cosa es el fondo revestido de campeonatos, y otra la forma de acceder a ellos.
En el fondo -girando un poco en el tema y por seguir con los ejemplos-, tal vez Gustavo Matosas tuvo sus buenas razones para dejar a la Selección de Costa Rica, y el San Luis para contratarlo como su flamante director técnico. Pero en la forma ambas cosas resultaron cuestionables de sobra; principalmente la segunda, porque al frente del conjunto hispano-potosino Luis Alfonso Sosa había realizado (y seguía haciéndolo) una labor a todas luces eficiente y meritoria.
En la forma -trasladándonos ahora desde San Luis hasta Monterrey-, salta a la vista que Matías Almeyda ya empezó a maquillar, con la pretensión de justificar, su supuestamente inminente salida como técnico del San José, en la MLS.
En el fondo, sin embargo, lo mejor que podría pasarles a estos desperdiciados Rayados es que Almeyda llegara a dirigirlos lo antes posible; y a él, recibir esa extraordinaria oportunidad de encauzar por el buen futbol al mejor plantel que le haya tocado dirigir hasta el momento.
En este caso, muy bueno sería el fondo pero bastante mala la forma.
¿Y si mejor todos aprendemos a respetar ambos?
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