El futbol camina con la cabeza baja hacia el noveno capítulo de su torneo.

No puede dejar de pensar en que así como el año invicto que llegó a acumular Juan Carlos Osorio con la Selección fue pulverizado ese justo día con un 7-0 contra Chile, ahora los argentinos derrumban los 11 de Martino con cuatro en la buchaca.

Eso despierta la sensibilidad y abre las viejas heridas.

El nuevo profeta del Tri se convierte en estatua de sal porque contra la albiceleste se jugó terrible.

La película nos entrega errores individuales, a los que se añade un buen comienzo sin profundidad que se convirtió en un pésimo cierre manteniendo no solamente la falta de puntería -un solo remate a puerta- sino también una carencia de llegada casi insoportable.

Como el futbol es pasión, los bandazos de muchos opinadores tienen ese mismo sentido pendular que separa al triunfo reconfortante de la derrota infame. Se vitorea lo primero, se escupe sobre lo segundo con el mayor desparpajo. Cada quien mira desde su ángulo.

Porque hay maneras de perder, si señor. Y la noche de El Álamo fue de las más decepcionantes que se pueden encontrar. México acumula más tiempo sin ganarle un partido a Argentina. Quince años y contando. Son de diferentes pesos específicos. Y ahora pensábamos que iba a ser diferente porque la esperanza es lo último que muere aunque sea la primera que se siente traicionada.

Martino, aun en la crisis de un primer tiempo aciago, se la juega para el segundo con toda su tripulación: no cambiar a un solo jugador para no exhibirlo más de lo que el partido mismo le había provocado, ejerce un pacto de lealtad.

Salcedo no está para la Selección. Araujo no pasa por buen momento. Edson falló esta vez. Los laterales no regresaban cuando subían sin producir.

Hará cuentas para la próxima, pero "Tata" no se escudó en los evidentes errores individuales para usarlos como salvoconducto. Es congruente, más allá de la responsabilidad por esa noche en que su equipo no metió ni las manos, pero que evitó mayor castigo en el complemento porque el rival también bajó el ritmo.

No hay centrales que compitan por el puesto. No se repuso nunca la majestuosidad de Claudio Suárez ni la estética de Rafa Márquez aunque Moreno siga haciendo el intento.

Cuando falla la base defensiva, se descompone el resto: la falla fue general y no se salva nadie.

El Tri es mejor que eso y fue víctima del apagón nervioso que padeció cuando empezó a recibir goles como saludos.

Lo que hicieron los futbolistas después del triunfo sobre Estados Unidos en sus horas libres, es asunto de ellos. Le tocará a cada uno de ellos resolverlo.

Como les tocará también enderezar esta goleada porque la confianza se pierde en un parpadeo. Y costará mucho recuperarla.

 
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