Existen lugares que salvo para quienes en ellos viven, pueden pasar inadvertidos.
En el mapa del futbol mexicano, Ciudad Juárez debe estar corriendo peor suerte en eso de la notoriedad que el Atlético San Luis, el otro nuevo integrante de la Máxima Categoría.
Venir a Ciudad Juárez es toda una experiencia.
Desde el avión se observa lo difícil del paisaje: desierto, tonos de diferente color café que denotan la profundidad de lo aciago de cada parte del terreno.
Ver esa fotografía da calor sólo de hacerlo, como frío da en invierno.
Ciudad de dramas, de maquiladoras que llenan la ciudad dando trabajo, carne deliciosa y gente hospitalaria son algunas de las referencias que acompañan al motivo que nos trajo: ver a los Bravos de Juárez.
Cuando no se tiene la tierra fértil que otros tienen la dicha de poseer, hay que inventarse otro tipo de vida. En el futbol es lo mismo: a falta de un plantel lleno de jugadores como el de Rayados, hay que ponerle espíritu a la tarea para poder competir.
El Estadio Olímpico lleno.
Su equipo, con solo un triunfo y cinco derrotas necesitaba hacer algo antes de que, como sucede en las mejores familias, el ánimo decaiga y los malestares se hicieran mayores.
La demostración de entrega, coraje, dientes apretados y humildad le dieron una lección al célebre visitante.
Teniendo menos, se puede hacer más si se plantea bien el partido, se acierta frente al arco pese a que Barovero es otra vez la figura rayada, y sobre todo, se pelea con determinación cada balón en disputa.
Bravos no tiene los lujos que si poseía el de enfrente pero al saberlo, hace lo que su gente: pelear contra las condiciones y con el espíritu de imponerse a un terreno adverso.
En la tribuna estaba Diego Rolán, un delantero uruguayo de 26 años que buscaba el America, los Tigres y se habla de los Pumas.
Juárez lo consiguió por un año y reforzará a un equipo que necesita manos para hacer más frecuente ese ejercicio de triunfo que cae como agua fresca sobre la tierra yerma.
Imposible saber qué sucederá había adelante si las propias quinielas nos gritan que no seamos profetas.
Pero darse una vuelta por un lugar aparentemente abandonado por la mano de Dios y percatarse del esfuerzo que se hace para destacar, es un regalo.
Varios deberían tomar nota. Es mucho lo que pueden aprender.
Rayados, por cierto, tiene grandes problemas para ganar como visitante: seis derrotas en sus últimas siete salidas.
Mejorará más que otros porque tiene un plantel exquisito que debe dar más de sí. Pero algunos -incluido Pizarro que cuando se pone colérico deja de servir- deben correr más, poner mayor intensidad y recordar que el espíritu es el principio de todo lo demás. Ayer se miraron en un espejo que les habrá reflejado una imagen que les pudo aterrorizar.
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