Dar pronósticos es tentador, y más en una Final como la que hoy se empieza a jugar.
Echamos mano del análisis, de las estadísticas, de las corazonadas y de la "sabiduría" antes de decretar al equipo que habrá de ganar.
Hay sin embargo, algo crucial que resaltar sobre este duelo finalista: sus directores técnicos.
Tratar con Andrés Lillini o con Nacho Ambriz es una delicia porque derrochan humildad en su hacer, en su decir y en su pensar. Trabajar con ellos debe ser igual.
El rostro de sorpresa que mostró el Ambriz en la más reciente entrega del Balón de Oro cuando se le anunció ganador sobre Miguel Herrera, dice mucho de él: no lo podía creer.
Nacho se ha forjado a través del esfuerzo, de los tropezones y el estudio.
Ha tenido la paciencia suficiente para formarse como segundo en la fila aguardando el sitio de líder en equipos que no le pudieron dar el material necesario para triunfar, o la paciencia para que lo hiciera.
Aprendió que en México no se puede ser tan duro como en España, donde tomó lecciones siendo asistente de Javier Aguirre.
Y fue logrando cosas más importantes hasta llegar a esa Final con León que perdió frente a los Tigres cuando parecía llegarle al cuello una medalla de campeón.
Hoy, Nacho sabe lo que tiene frente a sí: la nueva oportunidad que no a todos les llega porque es más fácil claudicar.
De otro lado, Andrés Lillini.
Trato afable, sinceridad a flor de piel, ojos que esquivan las luces de ese reflector que prefiere redirigir hacia sus futbolistas.
Sabe bien que este plantel de Pumas no volverá a estar junto y que jugar la Final representa por lo tanto la última vez.
Sin conocer quiénes se unirán a Carlos González en una diáspora que se espera prudente para no desarmar todo lo conseguido, los duelos contra el León son una despedida.
Con la apertura que tiene, Lillini advierte que si su equipo pierde la concentración, puede ser muy vulnerable.
Y en ese caso podría volver a sufrir una derrota severa como la de la ida en el Azteca contra Cruz Azul.
Ambriz y Lillini no son rolleros, no llenan de palabras atractivas y vendedoras los espacios mediáticos y muestran consistencia en su manera de comportarse con sus planteles y hacia la tribuna.
Pero lo más importante de todo es que han hecho jugar muy bien a sus equipos, primero y segundo de la Tabla, en el torneo mas complicado de la historia.
Distantes en el poder de sus planteles, distintos en cartera y opuestos en esa "obligación" de ganar, los dos han animado un semestre de tribunas silenciosas con futbol, goles y humildad.
Los héroes siempre serán los futbolistas.
Pero antes de que suceda la historia a contar el domingo por la noche, demos su lugar a los artífices del gran sueño que sólo uno habrá de coronar.
Ambos lo merecen con creces.
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