Otra vez se encendió el alarmante foco de la violencia en el futbol mexicano.
Un espeluznante aviso más, que ya veremos si en esta ocasión es atendido como se debe.
Al Alfonso Lastras de San Luis Potosí le quedó muy grande el encontronazo entre barbajanes queretanos fanatizados al límite y sus equivalentes potosinos igualmente dispuestos a darle rienda suelta a sus ímpetus cavernícolas.
Evidentemente, el origen del grave problema sigue estando en el bajo nivel educativo de aficionados que ni siquiera califican como tales. Enfebrecidos y embrutecidos seguidores del Querétaro y del San Luis (y del América, de las Chivas, de los Pumas, del Monterrey, del Atlas, de los Tigres, del León y de cualquier equipo del futbol mexicano) que ven como parte primordial del verdadero "apoyo" a su equipo la obligación de agredir a los seguidores del adversario cuando se pueda y cada vez que se ofrezca.
A menor educación y mayor "pasión", el resultante fanatismo que obnubila y ciega a quienes carecen de luces.
Como ese mal de origen del bajo nivel educativo no se resolverá de la noche a la mañana ni como por arte de magia (sino que llevaría veinte o treinta años resolverlo en caso de hacerse todo lo que se debería), urge acometer este inquietante asunto desde los distintos frentes: · Erradicar sin concesiones a las famosas y nocivas "barras".
· Fortalecer y hacer mucho más eficientes las medidas de seguridad en cada uno de los estadios.
· Utilizar elementos de seguridad en la necesaria cantidad y con la indispensable capacidad para desempeñarse como tales.
· Recurrir a "policías civiles" (elementos no uniformados pero debidamente preparados) que funcionen como infiltrados en diversas zonas de las tribunas.
· Castigar con severidad, reglamentada, a los clubes y las plazas que fallen al implementar y hacer funcionar adecuadamente dichas medidas de seguridad.
· Dejar de vender cervezas a granel en los partidos de futbol.
· Establecer cada club la debida sinergia con las correspondientes autoridades municipales y estatales y con los respectivos poderes legislativos y judiciales.
· Tratar como delincuentes (con los procedentes castigos) a quienes en eso se convierten con su comportamiento en el estadio o sus alrededores.
· Proveer a cada estadio de las suficientes cámaras como para no dejar un solo rincón fuera del alcance de quienes se encarguen de realizar una minuciosa vigilancia en cada partido.
· Desarrollar un eficiente mecanismo de identificación de aficionados y espectadores; algo equivalente al "FAN ID" que tan efectivo y benéfico resultó en Rusia 2018.
Que cada quien haga, en fin, lo que desde la propia trinchera le corresponde hacer.
¿Quién se anima a entrarle en serio al problema... y por dónde empieza?
Twitter: @rgomezjunco |