Los estadios de la Serie A de Italia estaban vacíos y hoy están cerrados.
Indian Wells le tiene que decir a una población que espera todo el año para generar su mejor actividad económica, que ahora no lo podrá jugar.
La NCAA todavía se preguntaba ayer por la mañana si echar a andar su March Madness, en la que mas de cien escuelas juegan basquetbol entre sí en toda la geografía de los Estados Unidos durante tres meses. Es uno de los eventos estudiantiles mas importantes y tradicionales del país.
Y se añade la NBA, y se multiplican los eventos que el nuevo virus -uno de los males de nuestro tiempo- obliga a controlar o suspender.
Desde Tokio, el jefe de los Juegos Olímpicos de 2020, Yoshiro Mori, mantiene el discurso oficial de que la gran justa se celebrará sin contratiempos en las fechas programadas. Su mensaje mezcla el optimismo, la esperanza y el cinismo.
Es tanta la inversión, tanto el esfuerzo que hay tras un magno evento deportivo o sobre una liga -cualquiera- que moviliza y reúne a miles de personas, que la visión se nubla en aras de defender algo que al menos hoy carece de argumentación para su salvaguarda.
Las medidas preventivas que se recomiendan sin cesar en los medios y las redes sociales del mundo entero nos ayudan a no alarmarnos en demasía pero también a enterarnos de un peligro latente que podemos ayudar a controlar, primero, en nuestro propio organismo y después en nuestro círculo social y laboral.
Pese a que inicialmente los propios organismos deportivos decidían como encarar el problema, el avance del virus ha recordado que son los Gobiernos y las instituciones de Salud pública las que mandan no únicamente en el visible y masivo ámbito del deporte, sino en la actividad humana que va mucho mas allá de éste.
El daño que se está empezando a producir es incalculable en el ámbito deportivo, sí. Pero afecta todas las esferas de la vida.
Enfrentarse a algo tan desconocido ofrece una multitud de reacciones.
Solo ver las cosas hacia el pasado ofrece una claridad absoluta de pensamiento y de juicio. Lo complicado es decidir en el momento lo que se tiene que hacer.
Conforme pasen las horas sabremos que otras medidas de precaución habrán de ser tomadas.
Por eso es que no tiene caso hablar ahora de que Querétaro tiene razón en que no debería aplazarse su partido contra Chivas porque el reglamento lo especifica claramente. O de que Rayados es un caso que hace sufrir a los suyos.
Ni tampoco que el América pasó por encima de Atlanta FC pese a flojear en el segundo tiempo y que Tigres rompió la mala racha de visitante, mostrando de momento quien es quien entre la MX y la MLS.
Hay cosas que trascienden tanto al deporte que ni sus enormes y muchas veces legítimos intereses pueden controlar.
En el mundo, todos estamos pensando en otras cosas.
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