El futbol es un fenómeno cultural porque lo hemos aprendido a través de los años.
Para quienes hemos hecho de él un acompañante a través de la vida, existen ritos, costumbres y legados que forman parte del ADN. Se juega como se vive, dijo un clásico alguna vez.
Y la vida fluye, con sus altas y sus bajas. En eso se identifica con el juego: no hay un momento idéntico a otro, como tampoco hay una jugada que sea espejo exacto de una anterior.
Pasa con la música y sus notas, así como con el alfabeto y la infinidad de palabras que puede formar en un número incalculable de idiomas. Las combinaciones son infinitas y asombrosas.
El uso de la tecnología era esperado hace muchos en el futbol, pero su uso ha sido tan desastroso en esta etapa de adaptación, que lo que ha hecho es robarnos espectáculo.
El futbol es, además de fluido, sencillo.
No para el reloj que interrumpa sus jugadas ni ofrece al balón en momentos alternados a la ofensiva de un equipo y del otro.
Tiene pizarrón y táctica pero la improvisación es parte fundamental de su arte. Y una jugada sucede a la otra, aunque los árbitros consientan a los futbolistas para tardar en promedio un minuto cada vez que se debe cobrar un tiro libre.
El VAR ha logrado ser un intruso en este mundo de continuidad en el que el error es parte del juego.
Porque la bendición dedicada a su llegada para evitar grandes errores arbitrales, se ha convertido en un juicio sumario a la jugada mas imperceptible, olvidando la naturaleza del juego.
En la primera jornada, se modifica una tarjeta roja a Chalá del Toluca para convertirla en amarilla, pero no se procede igual con Orbelín Pineda, que por accidente pisa a un rival y deja a Cruz Azul con diez en el campo.
Antes, el viernes, una jugada en la que Gorriarán despeja un balón pese a que Mauro Láinez interpone su cuerpo en ese momento se convierte en penal y se señala un fuera de juego en ese mismo partido cuando Sanvezzo recibió el balón de un adversario.
Hoy, los árbitros pitan por television, atrofian su personalidad y pierden su sensibilidad porque en el "cuartito" se revisa casi todo y eso es lo que manda.
Se pierde tiempo, fluidez, naturalidad y el grito de gol queda amarrado al video arbitraje.
No es la tecnología la que debe corregirse, sino la manera de utilizarla con criterios que no le metan zancadilla al juego.
No es privativo de México: el mundo del futbol lo resiente y llora porque en su afán de mejorarlo, algo le están robando.
Preguntemos donde están los árbitros de antaño con gran don de mando; aquellos que aún equivocándose, eran admirados porque eran unos señorones.
Con buena intención pero malos resultados, la FIFA les ha puesto más que un auxilio, un grillete.
El video mató a la estrella del silbato.
Twitter: @FJG_TD |
|