Si "Chícharo" Hernández ha puesto tanta energía en su blog porque disfruta controlar su narrativa, Nahuel Guzmán tiene la suya y también manda sobre ella con lo más contundente de todo: hechos.

Cada quien construye el personaje de acuerdo a su gusto, conveniencia y naturalidad.

Mientras Javier quiere que lo dejen en paz, entregarse a la MLS y disfrutar lo que tiene, el últimamente defenestrado arquero de los Tigres desea cambiar la conversación sobre su persona.

No se pensaría que fuese un partido de Concacaf contra el Alianza salvadoreño el terreno fértil para conseguir una hazaña marca Moisés Muñoz.

Su remate al minuto 95 para evitar la tragedia, los mil abrazos dirigidos a la tribuna y a sus compañeros, la catarsis de un estadio acostumbrado a grandes cosas, sumaron ingredientes para recordarnos algo: Nahuel ha acertado muchas más veces de las que erró.

Su salida del terreno fue cercana a un estado de levitación impensable para un juego en el que todo estaba bajo control hasta que dos goles repentinos de la visita descarrilaban el guión.

La agonía de los últimos minutos con el arquero añadido al frente para lograr lo imposible con un cabezazo de delantero caro dieron vuelta a la historia, iluminando su figura.

Extrovertido, ruidoso, notorio en todo momento, ha sido presa de la imprudencia en más de una ocasión. Por ella ha recibido una crítica más despiadada que la razonable. Los golpes que recibió tras su error en el partido contra Santos fueron mayores aún que la patada a Eduardo Aguirre.

Los errores se pagan, pero no se pueden quedar para siempre cuando la aportación profesional del acusado ha sido tanta y tan buena.

El Nahuel-héroe toma el lugar del Nahuel-verdugo con buenos oficios.

Siempre existe la posibilidad de cambiar las percepciones.

Esas mismas catalogan en dos sentidos opuestos lo sucedido ayer en la jornada de la Concacaf.

La más sencilla dice que tanto Tigres como América sufrieron para avanzar, lo que no es en absoluto una mentira.

Pero analizando con un ojo ambos partidos, sabemos que los dos tuvieron la manija casi todo el tiempo, pero mientras unos se descuidaron en Monterrey, los otros fallaron en el Azteca frente a la portería más oportunidades de las que la realidad admite. Con un arbitraje, por cierto, que compite con el de la ida sin saber cuál resultó peor.

Tigres ganaba 3-0 y dejó de hacer cosas que comprometieron su futuro porque el rival no está pintado, mientras que el América estrelló dos en los postes, otras dos en el arquero y tuvo que recurrir a los penales cuando debió golear a su adversario.

La advertencia queda ahí: en una mala noche puede pasar cualquier cosa dentro de un torneo -tiene razón Miguel Herrera- que da poco a México y al área de Concacaf completa.

 
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