Los artefactos explosivos de las películas tienen hasta en las más extremas situaciones de peligro, una cuenta regresiva que avisa de lo que va a suceder si no se desactivan antes de llegar al cero.
Así, vemos a los héroes de la pantalla apretar los dientes tras hacer un enorme esfuerzo para llegar al botón -o más difícil, la contraseña secreta- y parar en el último instante el mecanismo que amenazaba con destruirlo todo.
Las cuentas regresivas en el Veracruz han sido frecuentes y peligrosas.
Cada inicio de torneo, cuando hay que saldar adeudos para poder seguir compitiendo, ha vivido un viacrucis.
No se diga cuando ha tenido que pagar con dinero los errores que en la cancha le han convertido en un descendido consuetudinario, enfermedad que sale cara y no tiene cura. Recaer en ella es de lo más normal.
El propietario del Veracruz, como en las sagas filmadas, corre un riesgo mayor conforme avanzan las entregas. Ahora no se trata solamente de inscribirse o no en el torneo, sino de la tragedia que implicaría hacerle un boquete a la Liga del tamaño de tener que abandonarla a medio camino con las afectaciones derivadas de ello.
Los motivos que llevaron a Fidel Kuri a pagar los 120 millones de pesos que le mantuvieran en la Liga MX los conoce él.
Está claro que no tenía más dinero para formar un plantel competitivo, para hacerle frente a la operación y a fin de cuentas, para salvar el honor de la franquicia dándole al puerto, por fin, un equipo ganador.
Contrató a jugadores en general veteranos que podían alargar un poco más su carrera, recurrió a otros que ya tienen años visitiendo la camiseta y que suman -además de antigüedad-, algunas mañas e indisciplinas del dominio público. Y cambió técnicos con trepidante frecuencia, porque con el material puesto en sus manos, nadie le pudo dar los resultados necesarios.
Futbolistas que no reciben pagos a tiempo, entrenadores que tuvieron que demandar y un desánimo general son el dibujo de una espiral negativa imparable.
Kuri no ha actuado con mala fe. Nadie se mete en líos de tal tamaño a propósito.
Pero las cuentas que no salen y los atorones de sus negocios que le han quitado disponibilidad de sus propios recursos, hacen que todos se volteen a mirar y se pregunten por qué nadie desactivó el mecanismo a tiempo.
Los futbolistas ajenos al club apoyan de dientes para afuera, la Liga MX carece de recursos legales para actuar y la Asociación trata de mediar sin tener fuerza porque los propios afectados han actuado con irresponsabilidad, en aras de alargar un poco sus carreras profesionales, aceptando "contratos verbales" ¿Quién desactiva el mecanismo que está a punto de explotar?
El reloj está llegando al fatídico cero.
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