La combinación de dos clásicos este fin de semana invitaba a frotar las manos porque se dice de este tipo de encuentros que pueden ofrecer calidad sin que importe en que momento llegan los adversarios -bueno o malo- dado que la rivalidad cosechada a través de los años les hace sacar fuerzas de algún lado cuando no las tienen.
Sin embargo, en ambos casos existieron circunstancias que afectaron el espectáculo y lo permitieron mostrar solo a medias.
Cronológicamente, el Chivas-Atlas fue el primero que se jugó. Con él que se abrieron las botanas frente al televisor, dando por inaugurado el largo fin de semana patrio.
El equipo que puso el futbol en este partido fue el Guadalajara.
Imposible saber si la idea del equipo de Tomás Boy va a lograr la consistencia que le hace falta para enderezar la campaña, pero lo visto sobre la cancha llenó los ojos.
Las Chivas tuvieron enorme dinámica, ideas claras para defender y para atacar, usando las bandas con una frecuencia notable y quitándole el balón al adversario con gran facilidad.
Se sabe que a mayor velocidad corresponde menor precisión, salvo que quien juega haya perfeccionado ambas cualidades. La Premier League tiene algunos exponentes que ponen el ejemplo.
Pero eso no pasa en México salvo por momentos, y Chivas extravió varias jugadas por lo eléctrico de su juego, sin que eso vaya en menoscabo de lo intentado: el Atlas estuvo sitiado gran parte de la noche y no sabía donde estaba parado.
Los Rojinegros mostraron una idea de juego lamentable. Por el mérito de Chivas ya señalado y por no saber como contrarrestarlo, perdieron balones que fue un encanto.
Sus salidas fueron deficientes, sus pocos centros, malos. Sus decisiones equivocadas se sucedieron una a la otra y si no perdieron por más, se debe a su arquero y a que Chivas tiene ese mal que siempre le acompaña: no sabe meter goles.
En el América-Pumas, sucedió algo que tiró el partido.
La expulsión tempranera de Córdova a los 16 minutos y la necesidad puma de contenerse para no dejarle espacios a las Águilas, neutralizaron un juego que entregó lo prometido solo los últimos quince minutos.
América, con diez, fue en el segundo tiempo más que Pumas con once porque tiene un espíritu especial.
Ambos partidos dejaron su huella: Alexis Vega hizo un golazo y Viñas tocó tres veces el balón en los primeros treinta segundos que jugó en México, marcando el gol americanista. La determinación universitaria para responder de inmediato también arrancó el grito.
En una cartelera que entregó menos de lo esperado, esos hechos consagratorios formarán parte de la colección histórica de dos combinaciones que dejaron para después sus mejores exhibiciones.
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