Los últimos minutos otra vez, eran para no creerse.
La Sub 17 había superado la tormenta de la primera parte y hecho suyo el partido en posesión, liderazgo y personalidad.
Pero en los minutos finales, un gol marcado a invitación del inefable VAR cambió el destino de lo que México ya acariciaba: su tercer título mundial.
Un descuido sobre el tiempo, cuando se esperaba una definición mas allá de los 90 minutos, sepultó los sueños mexicanos que pese a todo, estuvieron a punto de ganarle a Brasil una Final en su propio territorio.
Que el anfitrión tuvo más ocasiones de anotar que el equipo mexicano antes de los fatídicos últimos minutos es innegable. Pero que no los convirtió y fue superado en el complemento, también.
Por eso la rabia, la impotencia del "Chima" Ruiz acusando al arbitraje de estar en contra de México. Por eso las lágrimas de los jugadores y el rostro de Yon de Luisa en el protocolo de premiación, respetuoso pero resistiendo el sentimiento general por la forma en que ocurrió la definición.
El famoso VAR necesita ajustes, uniformar criterios de consulta y decisión arbitral. Fomentar la justicia, pero al mismo tiempo la fluidez del juego. Alejarse en fin de la impresión que dejó ayer: la de encontrarle pectorales a las culebras por el peso del equipo anfitrión para ver cómo favorecerle.
Pero más allá de todo eso, la utilidad de haber jugado una Final - aun perdiéndola- es lo que se hará con ello.
México trabaja bien con sus fuerzas inferiores y este equipo es producto de ello. Los clubes invierten, la Federación financia y consigue giras; los futbolistas tienen, adquieren, bases para triunfar.
No están cerca de ser titulares en sus equipos, de consolidarse y triunfar en la Liga MX porque les falta madurar para competir a niveles más exigentes.
Son muchachos de prepa que no pueden aún soportar el peso de los profesionistas, pero van en camino y hay que cuidarlos.
Procurar que haya un mayor número de consolidados respecto a la última Selección campeona de la categoría que se quedó en el camino salvo por un par de nombres.
A esta edad, los futbolistas están tomando impulso para enfrentar un poco más adelante el salto mortal hacia el alto rendimiento.
Hoy son enormes promesas que han de pasar el más duro de los tamices que es la entrada a la Primera División y la resistencia a las voces que hoy los halagan y pueden desubicar.
Es eso lo que se debe hacer con la derrota: asumirla como circunstancial ponderando que se jugó una Final y tomarla como una señal de la calidad que viene en camino.
Para que sus equipos les tiendan la mano y les den la oportunidad cuando estén listos para tomarla... y que les tengan paciencia como si fueran extranjeros.
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