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Nahuel
Carlos 'Warrior' Guerrero | 18-02-2020
en CANCHA
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Su época fue otra. Debió ser otra. Así como hay adelantados, también los hay atrasados. Guzmán habría sido un fantástico jugador en los años 50 o 60. No digo que ahora no lo sea, pero seguro estoy que por aquellas décadas, las portadas de los periódicos en sepia habrían dicho que era un fuera de serie y un revolucionario del juego.

A Nahuel le hacen daño las cámaras, los "slow motion" y todo lo que tenga que ver con la tecnología que hoy existe alrededor del futbol. Es un loco (bien entendido) que vive diferente y que entiende como pocos, la pasión que arroja este deporte.

Esa peculiar y desquiciante forma de hacer su futbol, esas artimañas, astucias, argucias, trucos y emboscadas que le vemos hacer, habrían tenido mejor cabida cuando no existían 20 cámaras en el estadio con capacidad para reproducir imágenes cuadro por cuadro sin perder la alta definición.

Hace 50 años, todo lo que le vemos hacer lo hubiera hecho sin remordimientos, sin culpas, sin necesidad de ofrecer disculpas y sin engancharse en redes porque nadie se habría dado cuenta.

Por eso es que Nahuel debió vivir en otra época. En la era del blanco y negro, de la televisión análoga y del formato que no entendía de transmisiones en vivo. Guzmán habría sido de aquellos "románticos", sí, entre comillas románticos que, con mucho amor a la camiseta sabían cómo usar con dureza los rupestres botines sin que nadie se ofendiera y sin romper los acartonados protocolos del "juego limpio".

Guzmán es silvestre y arisco. Es llano y es barro; es el chico malo al que no le duele terminar con carne expuesta en las rodillas por tanto concreto y banqueta. Es el que pierde la razón por una pelota y el que deja la vida por ella. Es el villano que toda historia necesita para que sea redonda. Es antagonista, contraparte y contracorriente.

Sus excesos en la cancha no se justifican, pero tampoco sus excentricidades le restan mérito. Por algo es uno de los mejores guardametas que han llegado al futbol mexicano en los últimos tiempos. Ganador, líder, campeón y contagioso impulsor. Tal vez no ejemplar pero sí necesario. Cualquier entrenador quisiera a un irreverente así, si con su firma en el contrato vinieran por default varios campeonatos.

Ya tendrá tiempo Nahuel, cuando se retire, de analizar todo aquello que hizo bien y todo aquello que le dijeron hizo mal. Su pasión no conoce límites. Acelera y no tiene miedo. Es capaz de subir a un auto sin frenos pues sabe que con las manos podría volantear todo de la misma forma en que detiene casi todo.

Tan frenético es, que nadie se atreve a arrestarlo. No hay patrulla que lo espose ni policía arbitral que se le acerque. Quedó demostrado. Un héroe y antihéroe a la vez, un "Deadpool" del futbol, un delirante e incomprendido gánster de la portería que vino del pasado.

 
Twitter: @CARLOSLGUERRERO
 
 
 
 
 
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