Se vive en México un momento muy sensible en el que la violencia se apodera de nuestro ánimo.
Se expresa de diferentes formas y llegó también al futbol en un fin de semana para olvidar. Y la única manera de hacerlo, es remediando.
El Estadio Alfonso Lastras, el mismo que no supo cómo evitar la agresión a Diego Armando Maradona en aquella Final del Ascenso MX, ahora es escenario de un capítulo dantesco que nos hizo pensar en algunas de las peores tragedias de las historia en un escenario deportivo.
La locura desatada en una parte de la tribuna que no respetó niños, que ignoró las presencia de mujeres y cayó en la barbarie, requiere de sanciones legales y federativas que no permitan una repetición.
Existe un protocolo de seguridad en la Liga que no siempre es correspondido con elementos de seguridad suficientes ni con la aptitud necesaria para saber qué hacer.
En el, se prevé el apoyo que cada club tiene que pedir a las autoridades locales para hacerse de la vigilancia necesaria, de acordonar a las porras visitantes particularmente en partidos de alto riesgo como era éste, y de una serie de tareas de las que el local es responsable.
Imágenes espeluznantes invadieron rápidamente las redes sociales para entregar la nueva noticia: aficionados que tuvieron que bajar al terreno de juego, algunos de ellos para protegerse y unos cuantos para amedrentar a jugadores del Querétaro. Tensión, pánico, gente llorando, policías derrotados.
El expediente está abierto y varios de los violentos actores serán identificados. La ley, vulnerable para aplicar sanciones verdaderas, volverá a mostrar su ineficacia para ayudar a preservar la tranquilidad en los estadios de futbol.
Del otro lado, lo sucedido en Veracruz.
No supieron los Tiburones ni siquiera explicar bien de que se trataba el asunto con los Tigres, que han sido injustamente mancillados por opiniones adversas.
Los jugadores del Veracruz tuvieron un micrófono en la conferencia de prensa para externar su asombro por lo sucedido. Por lo que casi todo mundo interpreta como una falta de solidaridad.
El público que pagó boleto para estar en la tribuna no tuvo esa misma oportunidad de quejarse.
Asombrado igualmente, vio a su equipo con los brazos caídos. Sus jugadores dejaron de ver por el público y después de recibir con sorpresa el primer gol de los Tigres dado el acuerdo mal entendido, decidieron recibir el segundo. ¿También de eso hay que culpar al equipo adversario?
La imagen ha dado la vuelta al mundo y habla del verdadero fracaso: no de que Tigres haya empezado a jugar, sino todo lo que dejó de hacer mucha gente para llegar a tal extremo.
Muchas tareas deja la fecha del fin de semana. Ninguna de ellas es fácil.
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