Vivimos en una sociedad que juega a ser políticamente correcta. Al menos desde la ventana por donde nos observan con más facilidad: la de las redes sociales. Creemos que con un hashtag (#) que lleve la palabra "fuerza", cumplimos como ciudadanos y que merecemos una medalla al civismo.
La solidaridad no es únicamente el abrazo o la palabra dulce que reconforta. No cuando alguien requiere más de la ayuda física que de la emocional. Decirle a los jugadores del Veracruz, "ánimo, todo estará bien" o regalarle minutos de compasión en la cancha, son gestos que, aunque buenos, no resuelven nada.
Todo fue muy rápido. Medrano y su servidor nos volteamos a ver perplejos tras el silbatazo inicial. Nadie sabía lo que estaba pasando. Desconocíamos si retomarían el juego o si permanecerían inmóviles por más tiempo.
Por eso creo y sostengo, como lo ha dicho Ferretti, que faltó comunicación y consenso.
Era difícil que todos se pusieran de acuerdo para saber actuar de acuerdo al protocolo que pretendió establecer Veracruz. (Si hubieran emitido un comunicado interno por escrito y lo hubieran dejado en la puerta del vestidor de Tigres con copia a los medios, todo el bochorno se hubiera evitado).
Ya si Gignac o Vargas se equivocaron, es otro asunto. En su conciencia quedará. Inclusive, en la transmisión reiteré que Tigres jugó con una extraña cruda moral por lo sucedido.
Tras el embrollo, a Veracruz no le pagaron y Tigres pasó a ser la basura del torneo. En tres minutos, el equipo más ganador de los últimos años, el que más invierte, el que llena su estadio sin importar el rival, el que contrata figuras, el que tiene finanzas sanas y el que paga a tiempo, se convirtió en verdugo; y el equipo más perdedor en la historia, en el desprotegido que se robó los corazones del pueblo.
Sucedió como en las películas. Simpatizamos con el villano y odiamos al policía que no solapa los malos actos.
Tigres fue un episodio de dos páginas - amargo, insensato, como quieran llamarle - pero dentro de un libro de cien hojas llamado "Tiburones Rojos". Libro por cierto, retacado de conflictos. Ahora dicen que jamás alcanzará la grandeza. (Tranquilos. Hay grandes que quisieran la década de Tigres o al menos estar en zona de Liguilla).
¿Dónde está entonces la solidaridad de la que tanto se habla? ¿Dónde está el primer valiente jugador que ponga 100 pesos a manera de donación para que reciban algo los jugadores de la 20, la 17, la Femenil o los utileros?¿Dónde está el primer Club que aporte plata como muestra verdadera de apoyo? ¿Por qué no pone dinero la Asociación?
De entrelazarnos las manos o de hacer cadenas de apoyo virtual, la pobreza y la hambruna no se irán del mundo, como tampoco las deudas y demás vergüenzas parando unos segundos sin que ruede la pelota.
Twitter: @CARLOSLGUERRERO |